El sombrero, el carriel cruzado, los billetes de lotería cayéndole a un lado mientras se resguarda del calor. Antonio Ricaurte Uribe recuerda la memoria de sus 8 hijos que ya fallecieron, y que estas fechas se los hace recordar: “Tengo una hija adoptiva de 23 años, a ella la consiento mucho con lo que logro con la venta de la Lotería de Medellín. Yo soy pensionado, con eso puedo tener mis cosas básicas, con lo que logro con los billetes vivo tranquilo”.
Los 50 años vendiendo lotería le marcan fechas alegres y tristes, pero sobre todo un cariño especial por Envigado, municipio en el que ha vivido siempre y del que es un personaje en los alrededores del Parque: “Todos me conocen por aquí, digamos que me conozco todo el pueblo, me lo recorro a veces: paso por Magnolia, San Mateo, subo a San José, pero fijo aquí en el Parque, por los billares me encuentran”.
El Día del Padre a veces va al cementerio y le lleva florecitas a sus viejos, como le dice a los papás que partieron hace un tiempo: “Yo me achanto en la casa, la hija me da algún detallito, pero me gusta estar tranquilo con mi esposa y ella, sin mayor bulla”.
El Parque de Envigado sigue su rutina: el afán de los peatones que rodean a Antonio, algunos miran de reojo los billetes que le cuelgan del brazo, otros pasan de largo con los teléfonos en la oreja anunciándoles asuntos pendientes, mientras este lotero de mirada tranquila, al preguntarle por el tiempo que sus hijos ya no están acompañándolo, asegura con un tono sereno: “Uno siempre es papá, así los hijos ya no estén”.
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